miércoles, 30 de noviembre de 2011

Y es que tiene un corazón que no le cabe*

La vi sentada en el suelo, con lágrimas en los ojos y la mirada perdida. Su pelo se movía al son de las olas, a causa del caprichoso viento, que lo movía a su antojo. Me senté a su lado, ni siquiera tuvo que esforzarse en mirar para darse cuenta de que era yo.
Le acaricié el pelo y atrapé uno de sus mechones, que se había escapado de los otros, colocandolo suavemente tras su oreja. Finalmente, decidió mirarme. Sus ojos se veían más verdes que nunca, tal vez porque estaban rojos, irritados, después de haber llorado, o por el mero echo de que el color del mar se reflejaba levemente en ellos.
La abracé, sin decir nada, por miedo a que se asustase de mis palabras, pero también temiendo que rechazase mi abrazo.
-¿Porque me tiene que ocurrir siempre todo lo malo?, el mundo me odia, ¿verdad?-dijo, intentando no romper a llorar.
-Todo el mundo puede tener un mal día- la miré a los ojos- no debería importarte lo que nadie diga.
-¿Sabes que seria perfecto?- esperé, ella se quedó pensativa- Que aprendieses a mentir mejor.
-No te quiero- dije, a la vez que mis ojos se humedecían, ella se quedó en silencio, parada, el viento volvió a soplar, haciendo que su pelo rozase esta vez mi cara. Sonrió, de repente. Se secó las lágrimas, me miró y se ruborizó.
-Eres un actor pésimo- se rió
-Lo sé, debería ir practicando más- tuve tiempo a decir, mientras cruzaba ese espacio que separaba nuestros labios.
"Y es que el amor es como Don Quijote, solo recobra la cordura para morir"

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