sábado, 10 de mayo de 2014

Séptimo tequila.

Hay días en que siento la necesidad de escribir, me reconforta hacerlo, pero no se realmente por donde empezar.
Creo que son cosas que ocurren cuando echas de menos a alguien, o has perdido a alguien, o tal vez tratas de olvidar a una persona (frase que, por cierto, siempre me ha parecido ridícula, porque nunca vas a conseguir olvidar a alguien si estás pensando en ello). Y sencillamente no tienes claro como deberías sentirte al respecto, porque no se trata solo de un sentimiento, sino de una mezcla caótica de sensaciones.
Que reconozco que duele, joder. Que a veces te pilla desprevenido, te quitas la coraza y entonces ocurre. Y en otras ocasiones vas perdiendo piezas hasta que no queda nada.
No trato de decir que todo se olvide (aunque en ocasiones sea así), que el tiempo pasa y que no hay porque derrumbarse. Cada uno tiene su propio método de enfrentarse a sus tormentos, a sus propias sensaciones, y yo soy partidaria de sentirlas, de experimentar el dolor y tratar de superarlo, de llorar, de romperse y reconstruirse luego. Lo que trato de decir es que está bien dejarse doler lo necesario, si es con el fin de superar un sentimiento. Porque es una sensación y, como tal, dejará de arder en algún momento.
Lleva tiempo. Eso sí.

Deberíamos aprender a dejar de mentirnos. Entender que si seguimos hablando sobre ello, es porque sigue importándonos.
Sin embargo, estoy segura de que cuando alguien se convierte solo en palabras, se queda en eso -y, en mi opinión, es la mejor forma de ser recordado-.